Pleno verano. Un grado más, una página más. Hoy es el día. Hoy es el día para refrescar las ideas, para tener ganas y animarse a jugar entre los renglones imaginarios.
Y aquí estoy: escribiendo. Porque escribir es soñar con algo distinto, no es sólo contar. Hoy escribo para que mis palabras no queden ocultas tras un archivo de word, para hacerme cargo de cada elección, de cada pensamiento. Y sobre todo, hoy escribo para serle fiel a quién me enseñó a querer el mágico oficio de escribir. Un oficio para algunos, una pasión para mí.
En fin, hoy mis ganas se materializaron, hoy voy a construir algo.

viernes, 22 de febrero de 2019

Las flores de la tragedia


Todos los 22 de febrero desde el 2012 una sirena suena de forma continua por unos minutos en la estación de Once y un escalofrío recorre el cuerpo de familiares, heridos y todos los que tienen empatía por semejante desamparo.

Y como si un Dios existiera, el día de la fecha manda nubes, lluvias, un clima pesado que deja por el piso el ánimo y la tristeza inunda cada corazón.

Esa sirena que suena en la estación del tren Sarmiento, ese mismo tren que ahora, DESPUÉS DE LA TRAGEDIA, llega a Once más lento que paso de hombre, se estaciona en Once como si fuera un tren de cristal a punto de romperse. Pero no, no es de cristal y si se rompió hace 7 años y con él la vida de inocentes que sólo iban a trabajar.

Hoy recordamos la lucha de los familiares, una lucha incansable, de esa que no se corrompe, de esa que va hasta lo último para lograr JUSTICIA. Y así cosecharon la condena de Sergio Cirigliano (empresario), y de los ex funcionarios Juan Pablo SchiaviRicardo Jaime y Julio De Vido.

Todos los 22 de febrero suena una sirena, pero lo particular de este 22 de febrero es que además de la sirena, del llanto de los familiares de las 51 víctimas, de los discursos pidiendo más justicia, se vieron flores de colores radiantes que representan cada una de los corazones que dejaron de latir en la formación del tren Sarmiento.



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