Pleno verano. Un grado más, una página más. Hoy es el día. Hoy es el día para refrescar las ideas, para tener ganas y animarse a jugar entre los renglones imaginarios.
Y aquí estoy: escribiendo. Porque escribir es soñar con algo distinto, no es sólo contar. Hoy escribo para que mis palabras no queden ocultas tras un archivo de word, para hacerme cargo de cada elección, de cada pensamiento. Y sobre todo, hoy escribo para serle fiel a quién me enseñó a querer el mágico oficio de escribir. Un oficio para algunos, una pasión para mí.
En fin, hoy mis ganas se materializaron, hoy voy a construir algo.

sábado, 17 de mayo de 2014

Suite Francesa de Irene Némirovsky

¿Qué imagina uno cuando tiene en sus manos una novela llamada Suite Francesa? Un titulo puede decir mucho o solamente ser decorativo para la obra y, en este caso es un poco de los dos. Primero está la palabra “Suite” que es acogida por el lector según su propia interpretación, porque el significado se refiere a una seguidilla de piezas musicales o a un alojamiento lo cual puede generarte una especie de comodidad y complejidad al mismo tiempo. Mientras que la palabra “Francesa” nos remite al lugar dónde ocurrieron los hechos.

Más allá del titulo en sí, la novela nos muestra a una sociedad francesa convulsionada por la Segunda Guerra Mundial y por la posterior derrota frente a Alemania en 1940. Una novela que no cae en la común historia del padecimiento y masacre de los judíos (común pero terrible e inimaginable a la vez), una escritora que no se mete con las estadísticas de la guerra ni habla de las “grandes” cabezas que comandaron semejante martirio, sino que refleja la vida, los sentimiento de los franceses a través de grandes mechadas describiendo lugares y personas a tal punto de creer estar viendo una película por los descriptivos relatos.  

Todos los personajes son simples ciudadanos de una Francia que sufre las decisiones de otros, son simples individuos que forman parte de la micro historia. A tal punto, que en la primera parte de Suite Francesa la escritora se encarga de relatar cómo escapa cada familia de semejante tortura, se puede ver y hasta sentir su misma desesperación que, a pesar de las clases sociales, todos querían los mismo ESCAPAR. También, Irene demouestra cómo los franceses acuden al Dios de los cristianos (que en la novela parecía ser la única religión a pesar de que la autora era judía) y, cómo la muerte está presente en todos los relatos (no voy a contar que en la novela se cree muerto a un niño porque sería contar fragmentos reveladores de la historia)

En cuanto a la segunda parte de la novela la escritora tuvo la grandiosa idea de hacer conocer la relación entre franceses y los soldados. A diferencia del relato universal que muestra a lo militares como seres despiadados, capaces de violar y asesinar, se reflejan combatientes, con rasgos humanos, que sufren y extrañan su vida antes de la guerra, al igual que la sociedad francesa.

Ambas partes de la novela te hacen plantear el interrogante de si toda la historia es real o es pura ficción, porque no se puede creer que la guerra sea tan despiadada como se cuenta, porque no se puede creer que los franceses, en algunos casos, sean tan egoístas en un momento de crisis para todos y, sobre todo, no se puede creer que ante tanta crueldad existan historias amor: amores prohibidos, apasionantes e inconclusos.


Evocación aparte merecen los manuscritos de Irene Nemirovsky ya que se puede conocer cómo pensó la escritora y hasta enterarse partes de la historia que no pudieron ser contadas o no se terminaron de hacer por la vida tortuosa de la autora. Así es como uno se da cuenta que hay una historia dentro de otra: una es la novela en sí, la otra es la historia de Irene, muy parecida a cualquier ciudadano que escapa de la guerra. Las peripecias de Nemirovsky para que su obra llegue a manos de millones de lectores y a través de muchos años demuestran el valor que tiene Suite Francesa.