Un
día alguien me recomendó Las Aguafuertes porteñas de Roberto Arlt, y como es
común primero averigüé en Internet de qué trataba. Ahí sólo me contaron que el
libro recorría los cambios políticos, sociales y culturales desde 1928 a 1935,
en Buenos Aires y, que tales transformaciones se imprimían en artículos que
Arlt publicaba en el matutino El Mundo.
¿Por
qué dije que SÓLO contaron eso? Por el simple hecho de que Las Aguafuertes
Porteñas fueron más allá (un allá que se desarrollará en este artículo), y que quizás
sin darse cuenta, Arlt promovió tales aspectos a la posmodernidad.
Si
el lector no le daría importancia al prólogo seguramente llegaría al mismo
final y se daría cuenta de casi las mismas cosas, pero no podría entender qué
pasaba en esa época, ya que el prólogo de Sylvia Saítta ubicó al lector en el
matutino donde se imprimieron Las Aguafuertes porteñas y en la política e ideología
del país donde se imprimió el diario El Mundo.
El
mundo y Las Aguafuertes porteñas se dividieron y correlacionaron en cultura y política.
Con respecto a la cultura, Roberto Arlt fue examinador y calificador de
periodistas, escritores y críticos, tanto teatrales como literarios. En cuanto
a los periodistas, la sociedad de la década del ´30 como la actual definió a
los buenos profesionales como quienes descubren e investigan temas de interés público
y los llevan a la prensa escrita, audiovisual y, ahora, medios digitales. Claro
está, que como en muchas otras profesiones, existen los malos periodistas y ahí
se detuvo Arlt para darles un consejo, para decirles que si quieren ser malos
periodistas se atengan a 3 condiciones: “ser un perfecto desvergonzado, saber
apenas leer/ escribir, y tener una audacia a toda prueba y una incompetencia
asombrosa” (Arlt, 2008:41), así tendrán la posibilidad de hablar sobre
cualquier tema aunque no conozcan absolutamente nada.
Los
escritores también recibieron lo suyo pero con la particularidad que Arlt
arremetió contra ellos con nombre y apellido. Y así fue como Leopoldo Lugones
recibió un “es un maestro en eso de inflar globos” (Arlt, 2008:54), un literato
que cambia de opinión constantemente y que no tiene peso en la sociedad. Como Lugones,
muchos otros tuvieron su merecido, aunque otros tantos fueron alzados con
buenos adjetivos, tal es el caso del grupo Boedo que sin tener miedo a nada ni
a nadie se ocuparon de las miserias de los argentinos. Los críticos teatrales y
literarios fueron reconocidos por Arlt como seguidores del poder y engañadores
de sus propios pensamientos, ya que los jueces que veían o leían una obra y les
parecía un bochorno, eran los mismos que al día siguiente llenaban sus artículos
de felicitaciones.
Lo
grandioso de las críticas de Arlt es que no les tenía miedo a sus colegas, podía
criticar a periodistas, escritores y críticos sin problemas y sin dejar de
demostrar que él era tres profesionales en uno: un Arlt periodista, un Arlt
escritor y un Arlt crítico.
Con
respecto a la política de los ´30, Arlt resaltó la importancia de la juventud
en la militancia, en el convencimiento y sobre todo en el pensar por hoy y no
por lo que vendrá. También se tuvo en cuenta el comienzo de la timba en la política,
ya el honor no tenía nada que ver sino que se jugaba el ego, el propio regocijo
de embocar al ganador. Arlt citó un diálogo como un gran ejemplo: -Te juego
diez mangos del sueldo a que ganan los conservadores. – ¿Cuánto te juego a que
los radichetas llegan en punta?
El
caso está en que tanto los aspectos citados por Arlt de la política y la
cultura se repiten en el actual 2013. Y a pesar de que estemos en una
posmodernidad donde todo cambia, donde todo es inestable, resurgen hechos de la
modernidad de Roberto Arlt que siguen pisando fuerte, que siguen ocurriendo en
la actualidad.
Creo
que no hace falta citar las similitudes entre la época del ´30 y la del 2000,
pero sí podría ser tarea para el hogar pensar cómo se repiten tales aspectos
culturales y políticos en la posmodernidad del cambio.