Pleno verano. Un grado más, una página más. Hoy es el día. Hoy es el día para refrescar las ideas, para tener ganas y animarse a jugar entre los renglones imaginarios.
Y aquí estoy: escribiendo. Porque escribir es soñar con algo distinto, no es sólo contar. Hoy escribo para que mis palabras no queden ocultas tras un archivo de word, para hacerme cargo de cada elección, de cada pensamiento. Y sobre todo, hoy escribo para serle fiel a quién me enseñó a querer el mágico oficio de escribir. Un oficio para algunos, una pasión para mí.
En fin, hoy mis ganas se materializaron, hoy voy a construir algo.

martes, 10 de abril de 2012

Rainer y Minou: una humilde crítica


Luchar contra la historia


¿Qué es más importante: el autor o la obra? Una obra nace cuando el autor decide darla a conocer, cuando cierra su borrador y le pone fin a las correcciones. El creador es el encargado de desplegar su estilo, su técnica, sus ideales y desplazarlos a través de hojas, lienzos, pentagramas, en fin a través de las diferentes artes. Es por esto que uno sin el otro no existe. Sin embargo, puede que se recuerde más a la obra que al autor o viceversa, cosa que particularmente con la obra Rainer y Minou y con el autor Osvaldo Bayer no sucede.
Para quién no lo conoce, Osvaldo Bayer es un historiador, escritor y periodista argentino. Tuve el agrado de entrevistarlo hace muchos años, pude conocer su casa de Buenos Aires (también tiene un domicilio en Berlín, Alemania, dónde vive alrededor de 6 meses al año) y allí adentrarme en sus ideales, en sus costumbres, no sólo a través de preguntas sino divisando su lugar, viendo la cantidad de libros en cada rincón, la colección de diarios que retratan la historia argentina y sobre todo al oír cómo se desvive en cada palabra por la lucha y desenmascaramiento de genocidas, los mismos que obligaron a Bayer a exiliarse en 1975 a Alemania pero siempre lidiando desde cualquier lugar y en cualquier momento.
Y hace tan sólo unos años, el multifacético Osvaldo Bayer después de dar cátedra en el periodismo, de hacer investigaciones, guiones de cine, decide incursionar en el género literario. A los 72 años escribe su primera novela: Rainer y Minou, y es aquí a dónde quiero detenerme. Una obra escrita por un transgresor, un anarquista y sobre todo un luchador en busca de la verdad, en este caso, una verdad contada por los protagonistas que permitieron al autor transcribirla y dotarla de su propio estilo.
Rainer y Minou (basada en hechos reales) es la historia del tormentoso amor entre el hijo de uno de los jerarcas de las SS a cargo de Auschwitz y una joven argentina hija de judíos alemanes que llegaron al país huyendo del nazismo. Aunque es mucho más que esas simples dos líneas. Una obra teñida por el arte. Cada tema que el autor toca es envuelto por la música, el cine, la literatura dándole un sentido a la historia y a los mismos personajes.  
Desde el comienzo de la literatura y porqué no desde los orígenes del arte, en general, se divisan historias relacionadas con el amor, los enfrentamientos, el dolor. Romeo y Julieta, de William Shakespeare, es una obra que tiene todos esos condimentos, una obra que supo atravesar barreras temporales y prejuicios ideológicos.
¿Por qué traigo a relato a Romeo y Julieta? Será porque se relaciona con Rainer y Minou. La novela de Shakespeare se volvió un tema histórico, fue el puntapié para que miles de obras salieran a la luz, en diferentes épocas pero con la misma impronta. Y algo parecido sucede con la historia de Bayer: un mismo argumento con una vuelta de tuerca. Dos personajes que se atraen pero sus historias familiares hacen rechazarse mutuamente. A medida que las páginas pasan el lector se da cuenta de la cantidad de problemas que se tejen con respecto a las familias, a las amistades y al trabajo. Y en cada conflicto se presentan: el interés y la desconfianza; un común denominador de toda la novela.
Para salir un poco del análisis psicológico, de las relaciones históricas de Rainer y Minou comienzo a notar los recursos literarios utilizados por Bayer. Uno en particular me dejó con la boca abierta, sin nada para criticar: el retrato de los protagonistas. Gracias a la descripción detallada pude sentir que tenía a los personajes frente a mí, a tal punto de creer conocerlos.
Además de todo lo ya mencionado se puede rescatar otra cosa favorable para la obra. Un recurso muy bien manejado por el autor para así no cansar al lector, no aburrirlo y sobre todo para mantenerlo atento a cada palabra. Cuando parecía que el conflicto se había resuelto, que no había más nada por contar, Bayer saca a la luz otro problema y entonces se vuelve a tejer más ansiedad en el receptor.
Conflictos y más adrenalina, más amor, más pelea y el interés y la desconfianza, todo el tiempo, hacen de las suyas. Sin  dejar pasar por alto el tema de la muerte que sobrevuela en cada pensamiento, en cada palabra que pronuncia Rainer produciendo escalofríos tanto en su entorno cómo en el lector, a tal punto de querer meterse en la historia y darle un sacudón.
Pero como dice el grupo de rock Los Enanitos Verdes: “Todo tiene un final, todo termina”. Y entonces, Rainer y Minou pudieron darle un punto y aparte a sus problemas. Rainer pudo despegar la realidad de SU realidad sin darse cuenta que justamente su visión lo llevó a hacer lo mismo que hizo su padre, con el cual peleaba constantemente.
Una lucha contra los fantasmas de la historia mundial, contra uno mismo.
La muerte que dispara contra los débiles y que induce a que tanto Rainer como su padre tengan el mismo final, que ambos decidan por la vida de los demás y también por la de si mismos. 

lunes, 2 de abril de 2012

Guerra de Malvinas


                                            Disparo a la soledad

Aviones y tanques. Ametrallantes disparos y pesadas corridas aturden en cada rincón. Ojos fuera de su eje y oídos que sangran y lágrimas que inundan y brazos que separan. Encierros. Escapes.
Media vuelta y otra. Pasos que avanzan y avanzan. Un ambiente pesado, a veces silencioso, la guerra de Malvinas.
Como todo suceso, la guerra argentina se dio por y para algo. La dictadura de ese entonces necesitaba un cambio y para eso un conflicto les venía bien. Para los militares el fin sí justifica los medios, aunque se lleven cientos de vidas humanas. El medio fue la guerra, desmedida por cierto, entre Argentina y el Reino Unido. ¿Y el tan ansiado fin? Desviar la atención social de los problemas (inflación, recesión, empobrecimiento de la clase media, endeudamiento externo, etc) y como si eso fuera poco, también se quería recuperar el crédito perdido de los sectores sociales.
Una ofensiva operación. Un conflicto armado padecido desde el 2 de abril hasta el 14 de junio de 1982, día de la rendición argentina.
Una ofensiva operación. Un conflicto armado que dejó 649 soldados muertos, 255 británicos y 3 civiles.
Un conflicto armado que hizo posible la pronta apertura democrática, el hundimiento de la dictadura militar argentina y del otro lado del charco la reelección de Margaret Tatcher(1983), la reelección del gobierno conservador británico.
Escalofriantes cifras, límites que fueron más allá, propósitos desmedidos y la ausencia de un buen plan, la ausencia de recursos por parte de Argentina, la ausencia de recursos para ir contra un fuerte rival.
¿Por qué será que a los sobrevivientes argentinos de Malvinas les cuesta hablar de su actuación en la guerra?, ¿qué les tapa la boca?
Según, Fernando Magno (sobreviviente) y tantos otros: el miedo, el agresivo frío y además de tener al Reino Unido como rival, lidiar con otro enemigo, uno interno: “la supervivencia en un ámbito inhóspito y sin alimentación”, una situación que amordaza a cada soldado. 
 Y mientras los aviones y tanques aceleraban, los chicos trataban de luchar por su patria, lejos de un cálido ambiente, Plaza de Mayo era el  escenario de una multitud. Galtiere y Juan Pablo II juntos en Casa Rosada. Un mensaje de paz y otro de guerra, juntos, ¿una contradicción?
La plaza del pueblo seguía su función. Muchos argentinos aguantaban un pesado y olvidado cartel que pronunciaba paz y otros tantos instaban una guerra, eso sí sin el proceso: Malvinas sí, proceso no, ¿otra contradicción? ¿Cómo se puede tener una guerra sin el proceso? Parece que el tema de la individualidad viene de hace tiempo.
 Cómo no querer una guerra que se daba a miles de kilómetros al sur, y cómo querer un proceso que afectaba a un territorio argentino, que golpeaba el suelo porteño y a cada provincia. Quizá un egoísmo propio de la sociedad.
  Un individualismo no sentido en las Malvinas, donde el frío y el hambre marcaban cada grieta de las islas. Donde se veía a soldados sacrificándose por su patria y por generales que los abandonaron, que dejaron a cada chico escribir su suerte. Chicos que quisieron salvar un territorio, luchar por su patria y fueron detenidos por balas y el fuego de la sin razón.
¿Individualismo? Es una posición moral, filosófica e ideológica que enfatiza la dignidad del individuo. Lo importante es la independencia y la autosuficiencia. El individuo es el centro.
Valla coincidencia. Al finalizar la guerra, al conseguir la derrota, los sobrevivientes volvieron y con ellos las ganas de ser reconocidos y apoyados. Sin embargo, sólo los esperó la autosuficiencia, una absoluta soledad, la espalda de cada político, de muchos argentinos y encima sus propios suicidios. Ya que a los soldados, si no los mató el Reino Unido, los mató la sociedad, el no estado argentino. Porque un estado garantiza protección a sus ciudadanos, cosa que no pasó luego de la derrota.
Aviones que aterrizan. Fuegos que se apagan. Buscar por un lado o por el otro. Pasos hacia atrás y un silencio que no ayuda. Un vacío innombrable y las espaldas de cada argentino hacen dar cuenta a los veteranos de guerra de su propia soledad. Un aislamiento que de poco se llena y que calma con la ayuda de una sociedad despierta y las ganas de no volver a vivir ese tremendo conflicto.
Y así fue como se pasó de una pelota a un arma, d un adolescente a un veterano de guerra, de soñar un futuro a tener pesadillas. Hoy a 30 años de la guerra de Malvinas se recuerda una guerra desmedida.