Luchar contra la historia
¿Qué es más
importante: el autor o la obra? Una obra nace cuando el autor decide darla a
conocer, cuando cierra su borrador y le pone fin a las correcciones. El creador
es el encargado de desplegar su estilo, su técnica, sus ideales y desplazarlos
a través de hojas, lienzos, pentagramas, en fin a través de las diferentes
artes. Es por esto que uno sin el otro no existe. Sin embargo, puede que se
recuerde más a la obra que al autor o viceversa, cosa que particularmente con
la obra Rainer y Minou y con el autor
Osvaldo Bayer no sucede.
Para quién no
lo conoce, Osvaldo Bayer es un historiador, escritor y periodista argentino.
Tuve el agrado de entrevistarlo hace muchos años, pude conocer su casa de
Buenos Aires (también tiene un domicilio en Berlín, Alemania, dónde vive
alrededor de 6 meses al año) y allí adentrarme en sus ideales, en sus
costumbres, no sólo a través de preguntas sino divisando su lugar, viendo la
cantidad de libros en cada rincón, la colección de diarios que retratan la
historia argentina y sobre todo al oír cómo se desvive en cada palabra por la
lucha y desenmascaramiento de genocidas, los mismos que obligaron a Bayer a
exiliarse en 1975 a Alemania pero siempre lidiando desde cualquier lugar y en
cualquier momento.
Y hace tan sólo
unos años, el multifacético Osvaldo Bayer después de dar cátedra en el
periodismo, de hacer investigaciones, guiones de cine, decide incursionar en el
género literario. A los 72 años escribe su primera novela: Rainer y Minou, y es
aquí a dónde quiero detenerme. Una obra escrita por un transgresor, un
anarquista y sobre todo un luchador en busca de la verdad, en este caso, una
verdad contada por los protagonistas que permitieron al autor transcribirla y dotarla
de su propio estilo.
Rainer y Minou (basada
en hechos reales) es
la historia del tormentoso amor entre el hijo de uno de los jerarcas de las SS
a cargo de Auschwitz y una joven argentina hija de judíos alemanes que llegaron
al país huyendo del nazismo. Aunque es mucho más que esas simples dos líneas.
Una obra teñida por el arte. Cada tema que el autor toca es envuelto por la
música, el cine, la literatura dándole un sentido a la historia y a los mismos
personajes.
Desde el
comienzo de la literatura y porqué no desde los orígenes del arte, en general,
se divisan historias relacionadas con el amor, los enfrentamientos, el dolor.
Romeo y Julieta, de William Shakespeare, es una obra que tiene todos esos
condimentos, una obra que supo atravesar barreras temporales y prejuicios
ideológicos.
¿Por qué traigo
a relato a Romeo y Julieta? Será porque se relaciona con Rainer y Minou. La
novela de Shakespeare se volvió un tema histórico, fue el puntapié para que
miles de obras salieran a la luz, en diferentes épocas pero con la misma
impronta. Y algo parecido sucede con la historia de Bayer: un mismo argumento con
una vuelta de tuerca. Dos personajes que se atraen pero sus historias
familiares hacen rechazarse mutuamente. A medida que las páginas pasan el
lector se da cuenta de la cantidad de problemas que se tejen con respecto a las
familias, a las amistades y al trabajo. Y en cada conflicto se presentan: el
interés y la desconfianza; un común denominador de toda la novela.
Para salir un
poco del análisis psicológico, de las relaciones históricas de Rainer y Minou
comienzo a notar los recursos literarios utilizados por Bayer. Uno en
particular me dejó con la boca abierta, sin nada para criticar: el retrato de
los protagonistas. Gracias a la descripción detallada pude sentir que tenía a
los personajes frente a mí, a tal punto de creer conocerlos.
Además de todo
lo ya mencionado se puede rescatar otra cosa favorable para la obra. Un recurso
muy bien manejado por el autor para así no cansar al lector, no aburrirlo y
sobre todo para mantenerlo atento a cada palabra. Cuando parecía que el
conflicto se había resuelto, que no había más nada por contar, Bayer saca a la
luz otro problema y entonces se vuelve a tejer más ansiedad en el receptor.
Conflictos y
más adrenalina, más amor, más pelea y el interés y la desconfianza, todo el
tiempo, hacen de las suyas. Sin dejar
pasar por alto el tema de la muerte que sobrevuela en cada pensamiento, en cada
palabra que pronuncia Rainer produciendo escalofríos tanto en su entorno cómo
en el lector, a tal punto de querer meterse en la historia y darle un sacudón.
Pero como dice
el grupo de rock Los Enanitos Verdes: “Todo tiene un final, todo termina”. Y
entonces, Rainer y Minou pudieron darle un punto y aparte a sus problemas.
Rainer pudo despegar la realidad de SU realidad sin darse cuenta que justamente
su visión lo llevó a hacer lo mismo que hizo su padre, con el cual peleaba
constantemente.
Una lucha
contra los fantasmas de la historia mundial, contra uno mismo.
La muerte que
dispara contra los débiles y que induce a que tanto Rainer como su padre tengan
el mismo final, que ambos decidan por la vida de los demás y también por la de
si mismos.