Pleno verano. Un grado más, una página más. Hoy es el día. Hoy es el día para refrescar las ideas, para tener ganas y animarse a jugar entre los renglones imaginarios.
Y aquí estoy: escribiendo. Porque escribir es soñar con algo distinto, no es sólo contar. Hoy escribo para que mis palabras no queden ocultas tras un archivo de word, para hacerme cargo de cada elección, de cada pensamiento. Y sobre todo, hoy escribo para serle fiel a quién me enseñó a querer el mágico oficio de escribir. Un oficio para algunos, una pasión para mí.
En fin, hoy mis ganas se materializaron, hoy voy a construir algo.

jueves, 23 de mayo de 2019

NI VIVAS NI MUERTAS, DESAPARECIDAS


Las palabras que desaparecen

Por doquier, largas, cortas, con mucho valor y algunas pisoteadas, con poco o mucho significado.
No, no es una adivinanza, pero así son las palabras. Algunas que se ponen de moda y otras que desaparecen.

Todo surgió al leer el libro “La casa de los conejos”, donde la escritora y protagonista recordó la palabra “embute”, utilizada por los movimientos revolucionarios de los años 70 en Argentina. Una palabra anticuada y desaparecida. Seguramente quienes hayan tenido la suerte de nacer en democracia no la recuerden ni siquiera sepan qué significa. Entonces surge el interrogante, ¿por  qué desaparecen algunas palabras?, ¿por moda o por motivos socio-politicos?

Porque justamente “embute” tiene relación con una de las mayores tragedias argentinas, con la dictadura militar la misma que pudo tener que ver con la desaparición de palabras, y sobre todo de palabras relacionadas con Los Montoneros. Aunque quizás no lo hayan logrado en un 100%, si lograron desaparecer una palabra que generaba una sensación de escape, de engaño, de triunfo por parte de quienes los militares creían una amenaza.

Cabe aclarar que el término “embute” al que se refiere este texto no tiene nada que ver con los embutidos sino con el escondite secreto utilizado por los “subversivos” según los dictadores.

El libro que dio el paso inicial para estas palabras es el mismo que contó cómo vivió una niña la época en que las ideas eran peligrosas, según el “gobierno” de turno, la época en que había que ingeniárselas para esconder documentación y embutir las esperanzas.

El acoso no desaparece
Y aunque algunas palabras dejan de usarse, se pisotean, se queman para no recordar épocas nefastas, otras tantas siguen vigentes.

La casa de los conejos también habla de una mujer esbelta, con ropa que le resaltan sus formas, y que se siente acosada por la mirada de múltiples varones que la ponderan de pies a cabeza.
En épocas donde el acoso callejero volvió a la palestra, este episodio que relata una niñita demuestra cómo en el país se le hace caso omiso a cosas realmente importantes.
¿A quién le hace mal repetir la palabra embute?
¿A quién le hace mal que las miradas varoniles acosen a mujeres que sólo caminan por la calle?

Palabras, acciones, conceptos.
Palabras que desaparecen.
Acciones que siguen escalofriantemente en vigencia.