El mundo se escandaliza por la foto del nene sirio de 3 años
que murió ahogado tras naufragar en la embarcación en la que
viajaba para escapar de la guerra, pero el destino quiso que Aylan
encuentre la muerte, junto a su hermanito, en una de las playas más
exclusivas de Turquia donde un gendarme lo encontró y lo cargó como
si cargara el paquete más pesado, un peso que aplastó a toda la
sociedad.
Aylan es el resultado de una guerra que lleva años, de una guerra
que no respeta edad y ni siquiera respeta siglos. Quizás nadie
debiera vivir guerras en pleno siglo XXI, sin embargo, como si fuera
la cruda segunda guerra mundial, pero del otro lado del mundo, muchas
personas se escapan de su lugar de procedencia pidiendo ser aceptados
como refugiados. Y ahí estaba Aylan queriendo ser refugiado pero
enfrentó un océano mortal. Y ahí están muchas personas que
intentan llegar a Alemania pero se encuentran con una Europa
resistentes a los refugiados. Es como si los mismos europeos
se olvidaran cuando ellos mismos escapaban de sus tierras para
encontrar una mejor vida, así es como llegaron, por ejemplo, a
Argentina.
Argentina también se escandaliza por la muerte de Aylan, pero no
vocifera cuando un nene boliviano, peruano, paraguayo o de cualquier
otro nacionalidad muere por no ser atenderlo en un hospital público.
La hipocresía del mundo...la hipocresía de Argentina
Aylan es una victima de las guerras. Pero hay cientos de victimas en
nuestro país que mueren porque, los mismos que se escandalizan por
la foto del nene sirio son quienes no aceptan que los hospitales
públicos atiendan a inmigrantes que vienen por un futuro mejor.
Parece que es más fácil ver el problema de Europa cuando, en
realidad, un nene boliviano o peruano que llega a Argentina también
es un inmigrante y se discute si hay que darle o no salud.
Ambas cosas son terribles. En ambos lados del mundo se mueren
niños por negligencia de leyes internacionales. Entonces, nadie
puede escandalizarse si desde nuestro lado nada está resuelto y se
actúa de una forma similar a Merkel, Hollande o quien sea que lidere
los países europeos.
Ahora es Aylan, su hermano y el desgarrador relato de su padre que
pone en jaque al mundo entero.
Mañana puede ser cualquier otro niño que mató el estado de
cualquier país.
¿Por qué?, porque los niños actúan y hablan con el corazón pero
el mundo les responde con el bolsillo.
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