Pleno verano. Un grado más, una página más. Hoy es el día. Hoy es el día para refrescar las ideas, para tener ganas y animarse a jugar entre los renglones imaginarios.
Y aquí estoy: escribiendo. Porque escribir es soñar con algo distinto, no es sólo contar. Hoy escribo para que mis palabras no queden ocultas tras un archivo de word, para hacerme cargo de cada elección, de cada pensamiento. Y sobre todo, hoy escribo para serle fiel a quién me enseñó a querer el mágico oficio de escribir. Un oficio para algunos, una pasión para mí.
En fin, hoy mis ganas se materializaron, hoy voy a construir algo.

lunes, 7 de septiembre de 2015

La dualidad de los Puccio y El Clan


2 millones de espectadores, hasta el momento.
Premios internacionales, festival de Venecia.
Aplausos de pie.
Halagos y más halagos.
Son los resultados de la película”El Clan”, de Pablo Trapero.

Es difícil generar una crítica donde no se pueda, justamente, criticar ningún aspecto del filme. Dicen que nada es perfecto, entonces se puede decir que la calidad del archivo utilizado no es el mejor, pero a la vez se puede entender que lo importante no es la calidad sino la bajada de linea y el pantallaso que se le dio al espectador.

El archivo fílmico

Con fragmentos de discursos del difunto ex presidente Raúl Alfonsin y de miembros de la dictadura militar de 1976, Trapero le muestra al público la situación política-social de Argentina y se evidencia que no se dirige, exclusivamente, a los argentinos que conocen el caso de Puccio.

Alfonsin actúa como el “bien” que vino a salvar a Argentina y con esto se demuestra la visión política del director de El Clan.

Como ya se dijo, se puede criticar la calidad fílmica del archivo aunque se sabe que no hay muchas imágenes de aquella época. Sin embargo, esto no es un impedimento para que El Clan sea reconocida tanto en el país de origen como en otras partes del mundo, quizás porque la ficción no pudo superar esta historia.

Los prejuicios pierden la batalla

Los protagonistas de El Clan son Guillermo Francella y Pedro Lanzani, ambos provienen de mundos artísticos diferentes.

Guillermo Francella es un actor popular que se hace conocido por sus trabajos como cómico, entre ellos: “Pone a Francella” y “Casados con hijos”. Pero en el último tiempo decide cambiar el rumbo de su carrera y demostrar, exitosamente, que puede interpretar personajes que nada tienen que ver con la comicidad. Y así fue como se lució en la película “El secreto de sus ojos” demostrando que tiene capacidad para encarnar personajes “serios”.

El Clan tuvo como interprete a este “nuevo” actor “serio” que es Guillermo Francella quien encarna a Arquimedes Puccio y le cuenta al espectador cómo era este secuestrador y asesino.

Francella, en su exquisita actuación, logra el trabajo de no pestañear para componer un personaje tan frio, tan calculador al que no quiere que nada se le escape. Puccio no quería que se le escape una millonaria victima como tampoco la tarea escolar de su hija; le preocupaba el futuro de sus hijos y también los teléfonos utilizados para su siniestro plan.

Mientras que Pedro Lanzani, el otro protagonista de El Clan, es un actor destinado al público adolescente que llega a la fama de la mano de Cris Morena, creadora de las más importantes series para chicos como Chiquititas, Rebelde Way, entre otras.

Pero Lanzani, también decide romper con ese papel predestinado y se presenta al casting para el personaje del ambicioso y dual Alejandro Puccio. Es en esa dualidad que el personaje por momentos no expresa nada con su rostro mientras que en otros queda expuesto ante los abrumadores hechos.
La ambición y la culpa del hijo ayudan y entierran al padre. Y es entre ambos que conforman un plan escalofriante y casi perfecto.

Luz, cámara, acción

Pablo Trapero conforma primeros planos que ayudan al espectador ver el interior de los personajes.

Primeros planos a Pedro Lanzani quien demuestra como Alejandro se dirime entre el miedo y la culpa que le inundan los ojos de lágrimas y a la vez la ambición que barre con esa angustia.

Primero planos a Guillermo Francella quien conforma un Arquímedes al que nunca se le inundan los ojos sino que la frialdad congela sus sentimientos y un tono rojizo tiñe su mirada. La iluminación de los planos de Arquimedes confirma la contraposición entre el personaje y la escena de los secuestros, ya que la luz cálida de la vivienda genera un hogar acogedor de una familia “normal” en la época más siniestra de Argentina. Una luz cálida que se encuentra con la oscuridad en el rostro de Puccio, otra dualidad.

La musicalización de la película conforma una mezcla escabrosa que colabora, justamente, con lo dual de la historia; una escena siniestra con una melodía entre alegre y liviana que genera confusión al espectador: no podes “bailotear” con los temas de Virus o de Creedence cuando estás viendo cómo Puccio secuestra a la gente, que párrafo aparte, fueron acciones totalmente identificadas con los militares a la horas de “chupar” subversivos.

Trapero consiguió agregarle, aún, más valor a los secuestros y asesinatos al musicalizar y ambientar con bandas y ambientación de la época.

La música y el cambio de planos genera una dinámica especial. Escenas que hacen partícipe al espectador, hasta en el propio desenlace del filme. Ese final en el que Alejandro Puccio se tira del balcón de Tribunales acompañado, de tan cerca, por la cámara que parece el propio público el que cae con él y siente ese impacto como el final, ese mismo final que sintió Arquimedes y que pudo reflejar con su expresión, la única en toda la película, la única, quizás, en toda su vida.

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